Llevo más de dos décadas acompañando procesos formativos en hospitales, empresas, colegios, centros penitenciarios y muchos otros espacios. Formar no es una actividad más dentro de mi trabajo: ha sido siempre una de sus columnas vertebrales. Y lo es porque creo en el poder del grupo, en el potencial de una sola idea bien sembrada, y en el profundo impacto que puede tener una experiencia formativa real.

 

En un mundo saturado de discursos, teorías y promesas vacías, mi enfoque es otro:

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• Creo solo en lo que yo mismo vivo y practico.

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• Enseño desde la experiencia, no desde el marketing.

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• Me adapto a cada grupo, a cada contexto, a cada historia.

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Y sobre todo, creo en la formación como un acto de humanidad.

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Quien entra en una de mis formaciones, no se encuentra con un ponente más. Se encuentra con una persona real, cercana, comprometida, que da todo en cada encuentro. Que combina herramientas prácticas con sabidurías profundas. Que se adapta en tiempo real a lo que el grupo necesita. Y que lo hace con autenticidad.